jueves, 29 de abril de 2010

Oficio: POETA


El inconmensurable Girondo, evocado aquí en la voz de Dario Grandinetti en la película " El lado oscuro del corazón", una escena impecable en el decir en el hacer el Oficio de Poeta.


Comunión plenaria
Los nervios se me adhieren
al barro, a las paredes,
abrazan los ramajes,
penetran en la tierra,
se esparcen por el aire,
hasta alcanzar el cielo.
El mármol, los caballos
tienen mis propias venas.
cualquier dolor lastima
mi carne, mi esqueleto.
¡Las veces que me he muerto
Al ver matar un toro!
Si diviso una nube
debo emprender el vuelo.
Si una mujer se acuesta
yo me acuesto con ella.
Cuántas veces me he dicho:
¿Seré yo esa piedra?.
Nunca miro un cadáver
sin quedarme a su lado.
Cuando ponen un huevo,
yo también cacareo.
Basta que alguien me piense
para ser un recuerdo.
del libro: -La persuasión de los días-
de Oliverio Girondo

lunes, 6 de abril de 2009

Juana Ciesler , la voz inmensa de nuestra poesía dice de "Compás de espera"

Sandra Pasquini en su libro Compás de espera- revela una poesía propia personal, para mí maravillosa/intacta la boca del ángel precipita el ruego/implacable en los márgenes del infierno/

Poesía inicial despojada y sin embargo profundam los que ya pasamos la juventud saludamos con respeto la dignidad de esta nueva poesía.

Quien es capaz de escribir este arduo texto de una línea /Una mujer pudriéndose/

merece nuestro agradecimiento y respeto.

Juana Ciesler

Buenos Aires, Noviembre 2007

Héctor Soto Barrón el filoso poeta mexicano dice:

Compás de Espera

La lectura es un ejercicio que transforma la contemplación en reflejo, y la mirada en palabra. Hay el anhelo correspondido de comulgar con el Otro: el que dice, el que es dicho, el que sin decir ni ser dicho está presente.

Por eso, la lectura siempre es una aproximación al origen de la Voz: lo que escucho es lo que empieza a ser, y lo que leo es lo que empieza a desprenderse del mundo.

La voz de Sandra Pasquini se afirma en mostrar lo doloroso del desprendimiento, tanto como en detener ese pronunciamiento. Su voz, por eso, no complace ni cierra interpretaciones, desgarra y abre el sentido de renombrar al mundo desde la lejanía.

Su geografía privilegia el abismo, la orilla, el filo, lo hondo y, en un sentido dramático, lo más hondo. Su pueblo prefiere antes que la carne o el resplandor de las miradas, el hueso y la ceguera, los nombres sin nadie a quien nombrar, las tumbas sin cuerpo a quién acunar.

Son los que se han ido a quienes se busca detener con la palabra dolorosa, y con ese detenerlos, se pretende re-amarlos, recuperarlos, devolverles el cuerpo y lo tangible añorado, pues nombrar es también convocar. Y Sandra Pasquini convoca con una tensión que provoca primero silencio, después ahogo, y después abandono: no hay en sus poemas el consuelo de la recuperación, ni siquiera de uno mismo.

La poesía de Sandra Pasquini se mueve sobre el distanciamiento: “La nada es lo que soy”. Y desde esta afirmación bordea caminos que no parten y que no llegan, que se entrecruzan en otras orillas aún más lejanas: las que no le pertenecen sino porque se sabe imprescindible: “Hijo,/es tu madre la que aúlla”. Y ¿de qué madre habla? ¿De ella misma? ¿De la lengua que recurre al aullido para darle nombre a las cosas que no sabemos nombrar? Habla de todas las madres, las que encuentran su cuerpo vacío e infértil, las que no tienen más susurros ni condescendencia ante el silencio, las madres que se fijan en el grito para reconocerse en este mundo también impronunciable.

La lejanía en la poesía de Sandra Pasquini no significa indiferencia, expresa la posibilidad de mirarse a sí misma despojada de un cuerpo y de un argumento, por eso se inclina a la oscura afición de recrear las heridas, los cortes, los tajos, las aberturas; por eso sus versos enamoran por la concisión, pues su origen evidente no está en la meditación, sino en la epifanía, es decir, en la manifestación, en la revelación de las cosas que permanecen debajo o detrás de lo aparentemente sólido.

Hay en la poesía de Sandra Pasquini una fiebre delatora: lo que ilumina en este regreso de sus incursiones al espacio de lo indecible, sin embargo, calcina la razón y endurece las formas: “mi propia lava es lo que queda”. La constancia de un ardiente río que captura lo que ha tenido nombre y su reflejo y no lo deja más porque es parte de su naturaleza.

En este poemario Sandra Pasquini logra quedarse fuera de ella, desgarrada, pero permanece dentro de quien la lee como una Voz que se busca para ser dicho, para ser detenido así sea en la calcinada fijeza de lo que no termina.

Héctor S. Barrón
México DF, Noviembre 2007

Poemas

Los Poemas publicados en este espacio son parte de mis libros "Otro sol" (2001 - Ed Sowilo) y "Compás de Espera" ( 2008- Ed UNR), el primero un libro trasnochado, descuartizado lentamente a lo largo de dos años, apareció allá por 2001 en una edición mínima de la que no he vuelto a ver ningún ejemplar, la segunda una tirada moderada por los críticos tiempos del poema, un libro que hace honor a su nombre, acompasado por una musiquita que hiere en la propuesta, con un vertiginoso pantano abriéndose bajo los pies que instiga la perduración en cada letra.

Sobre "Compás de espera" dijo la magistral poeta Valenciana Dolors Alberola:


Un compás afilado

Tremendo, el original es como una espada que nos saja los ojos. Sin dejar de ser una voz totalmente personal y propia, se pasean por sus páginas las sombras de otros magníficos poetas.

Alejandra Pizarnik, a la que también adoro, levita sobre los versos de Martirio, sin rozarlos, sin variar este delicadísimo malditismo que posee una fuerza atronadora capaz de demoler para volver a edificar. Porque más que un Compás de espera, este libro es un compás afilado en purísimo cuarzo que nos asaetea. Sus imágenes y metáforas convierten el propio dramatismo en fantásticas humaredas y hogueras luminosas. Ese padre que aparece entre los versos, como una fijación, o ese vientre en el que acontece tantísimo presagio, son de pronto unas alas luminosas que, sin dejar la negrura de sus élitros, inflaman el universo y nos lo muestran hermosamente delineado, perfecto, mágico.

Conforme voy avanzando por las páginas, me traga esa vorágine de un decir totalmente lúcido e inteligentísimo, de un saber desnudar la poesía de cárceles y métricas, para darle ese ritmo de la veracidad, de la alucinación, de la geometría precisa para unir los contrarios. Jamás decrece el tono, jamás nos precipita al cansancio; nos engulle, nos hace atravesar las líneas, sin detención, sabedores de una mayor sorpresa detrás de cada abismo, de un mayor elevarse después de cada hondonada, de cada disparo a muerte, de cada deseo de morir envueltos en tantísimo acierto.

Un poemario, en fin Compás de espera ante el que no esperamos para poder decir que todo él es hondísima poesía y su autora una mujer necesaria en las letras actuales. Un libro totalmente maduro y propio de una voz que hay que tener en cuenta.

Dolors Alberola
Jerez de la Frontera, noviembre, 2007